El periodista Percy Hopewell ideó hace abriles envasar en frascos la niebla inglesa y de ese modo costearse sus viajes por el tierra; poco así debió pensar el duque palmario cuando en sus trípticos informativos, folletos, tarjetas de visitante y publicidad on line decidió incluir el nombre de su legítima esposa y asistir a las diferentes Administraciones Públicas y empresas afines vendiendo sus servicios profesionales. (Por el Capitán Alonso de Contreras).
En existencia sabemos que no sucedió así, que la idea no partió de un balón de balonmano sino de la mente de un profesor universitario con aficiones al actual o no negocio del management que encontró en el deportista miembro de la grupo verdadero por la vía de su enlace morganático el socio con quien había soñado desde pibe. Si algún entendimiento surgió, que surgieron muchos y cuantiosos, no fue por Iñaqui y mucho menos por Diego, bastaría con preguntar a los profesionales del sector de la imagen, de la comunicación y de la estructura de eventos para saberlo; si poco hicieron, que hicieron mucho y de elevados importes, y si durante abriles coparon el mercado de ferias, simposios, juegos florales y muestras lúdicas fue porque TODO venía con la divisa de una corona y una piropo de lis; con equivalente logotipo mercantil a ver quién es el elegante que compite. Bueno, pues ahora va y resulta que la Agencia Tributaria en su crónica concluye que hubo delito fiscal atribuible sólo al consorte de la esposa, y en su osadía sin par pretende con ello hacer lo que corresponde por mandato constitucional a los jueces, y comenzando por la instrucción de la causa al Sentenciador Castro.
La Agencia Tributaria es un víscera del Servicio de Hacienda y hasta dónde puede arribar a saberse carece de facultades jurisdiccionales; escuálido confianza están haciendo a la Corona con el pretexto de la razón de Estado, figura parajurídica que sirve para poner debajo de la ruedo, o para que siga allí, todo lo que conviene no divulgar por si el sistema coge un resfriado. Es casual que esto sea información a tres días de un partido de fútbol que tiene paralizada a casi toda España (en algunos rincones de la cosmografía carece de interés dada la identidad de los equipos contendientes), adormecida la ya de por sí aburrida y pavisosa campaña electoral y coincidiendo con el décimo aniversario de boda del primer llamado a heredar el trono, quien rivalizó en talla con el supuesto delincuente fiscal y a quien el orgulloso deportista consiguió con sus desmanes sacar de sus cabales.
No es la primera vez que nos ocupamos de esto y destino no sea la última, en días pasados se ha publicado un tomo que no he erudito aún y hoy no voy a extenderme más sobre un asunto que ya está en las librerías, pero por todos los diablos que no pretendan que nos creamos que el pelotari es un arquitecto financiero, no quieran vendernos niebla londinense entre otras razones porque desde que limpiaron el Támesis ya se desvaneció buena parte de ella.